viernes, 15 de noviembre de 2013

El Hombre que Amaba a los Camaleones


Llegó a su casa, caminó hacia el salón que parecía una jungla, pero no por lo desordenado si no por lo frondoso. Había humedad, sonidos salvajes, vida minúscula. Abrió la pequeña caja que portaba en sus manos. De ella surgió un diminuto camaleón. Lo tomó con delicadeza y lo depositó en una rama. El animal se quedó estático unos segundos luego comenzó a trepar. Otros semejantes lo observaban desde distintos puntos de la sala. El hombre sonrió.
Entró en la cocina, convertida en un lugar tan desértico como caluroso. Una docena de camaleones reposaban sobre troncos y rocas. Los fogones funcionaban a mil por hora, ofreciendo a sus habitantes un clima excepcional. El hombre abrió el armario, sacando de él una caja llena de criaturas que se movían sin cesar. Eran grillos y saltamontes los suficientes como para alimentar a aquellos a los que más amaba.

©Richard Anthony Archer 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario