No quiso que nadie fuese a acompañarle
a la estación. Nunca le había gustado que fuesen a despedirle al
andén. Al cabo de diez minutos pasó un tren. No paró. Aquel no era
el suyo. El que iba a pillar llegaría a la hora señala en su
billete. Iba mucho más lejos que cualquier otro y sólo tenía un
trayecto, el de ida.
©Richard
Anthony Archer 2012
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