lunes, 25 de noviembre de 2013

La esencia de la esperanza

Se acurrucó sobre la cama, a modo de útero artificial; con las piernas entornadas en forma de un cuatro casi perfecto. Se tapó con el edredón, emulando una cálida placenta y apoyó la cabeza sobre la almohada, escuchando con levedad los latidos de su propio corazón, o tal vez podrían ser los de su propia madre... Apagó la luz y se quedó sumido en la oscuridad, tanto daba si lo hacía con los ojos abiertos o cerrados, su habitación no era más que la réplica de un cuerpo inseminado. Al final cedió. Cerró los ojos y como cada noche, soñó con volver a nacer con un nuevo amanecer. Tenía noventa y nueve años y siempre que iba a dormir seguía, sin tregua alguna, con ese mismo ritual.

©Richard Anthony Archer 2012

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