En la columna, junto a la pared, había
un desconchado, bajo él una serie de bultos. Comencé a retirar
restos de yeso hasta que mis dedos arrancaron como el hueso de un
aguacate. Cuando retiraba el quinto escuché un grito. Surgía del
respiradero, en lo alto de la columna. Unas toscas y diminutas manos
arrancaron la rejilla y un ser, parecido a una estatuilla africana,
se abalanzó sobre mi.
©Richard
Anthony Archer 2012
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