Se abrió el sarcófago, entre un
fuerte estruendo y una densa polvareda. Ahí estaba el faraón,
encorsetado en sus vendajes,con los ojos de muñeca abiertos como
platos. Sir Rathborne respingó, la leyenda era cierta, ahora la
maldición caería sobre cada uno de ellos. Bueno no, el que se pegó
un guarrazo fue la momia... a ver si os pensáis que tras miles de
años iba a tener los músculos de las piernas tonificados.
©Richard
Anthony Archer 2012
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