Abrió la boca. Su lengua se movió
como tratando de articular palabra. Mi madre y mi tía lloraban
emocionadas. Se abrazaron con fuerza. Nadie apartaba la vista de él.
Hizo varios esfuerzos. Su garganta se agitó y tras unos segundos
llenos de suspense surgió de su boca algo parecido a un eructo,
profundo y pestilente.
─Ya os decía que por mucho que lo
intentemos el perro no va a hablar jamás!─ comentó mi padre.
©Richard
Anthony Archer 2012
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